martes, 14 de diciembre de 2010

Costumbres inventadas.

Enseñar a un chico a sonarse la naríz
es una tarea, no ardua, pero sí que requiere un poco de paciencia.
Por eso se inventaron los sacamocos, claro.

Cuando nina tenía un año,
aprendió a sonarse pero claro, le faltaba fuerza.
Entonces, le enseñe un truco
(de esos que una inventa sobre la marcha y después quedan de por vida)
Le dije que lo hiciera con fuerza y que moviera los bracitos
(esos bracitos gordos de malvavisco que tiene
y que me dan ganas de morder)
como si fueran alitas.

Y sigue haciéndolo.
A veces, para sonarse con ambos bracitos,
me dice,
-pará! soname vos, así me sueno "con alitas"

Me retuerzo de amor viéndola. Y controlo mi canivalismo maternal.

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